Algunos alumnos de 1º y 2º de bachillerato han estado preparando durante este curso la representación de “La cantante calva”, de Eugéne Ionesco, texto muy complicado en su ejecución e interpretación. Los actores salieron muy bien parados de su particular reto y también lo hicieron los numerosos espectadores que se acercaron al colegio para disfrutar de una obra que les exigía más de lo habitual en el teatro convencional. Si el cuerpo de la compañía brilló esa tarde también es de justicia decir que el público asistente estuvo a la altura de las exigencias de una obra peculiar.
“La cantante calva” se estrena por primera vez el 11 de mayo de 1950 en el Théâtre des Noctambules ante un público incapaz de comprender el significado de una obra tan transgresora. Perteneciente a la corriente del teatro del absurdo, que se desarrolla fundamentalmente en las décadas de los 40, 50 y 60, nace como una necesidad por parte del artista de expresar el sinsentido de la existencia humana y el desconcierto y la desconfianza de una sociedad en la que ha fracasado el sueño de la razón.
Y lo hace creando un diálogo descabellado e incoherente entre dos matrimonios, los Smith y los Martin, a partir de frases extraídas de un manual de conversación franco-inglés: la transformación de la lógica en una sátira de sí misma, reflejando a la propia sociedad que se había destruido presa de su propia razón.
Por ello, a pesar de que puede percibirse como una obra cómica en la que se suceden situaciones ilógicas y en la que se transgreden los patrones del teatro anterior, en “La cantante calva” se plantean valores metafísicos. El teatro del absurdo no da respuestas, sino que plantea interrogantes que deben ser resueltos por el propio espectador. Porque como decía Ionesco, “relatar cosas comprensibles sólo sirve para entorpecer la mente y desviar la memoria, mientras que el absurdo ejercita el cerebro y hace trabajar la memoria”. Con esta obra nosotros también pretendemos tocaros el corazón…